martes, 12 de octubre de 2010

Madre hay una sola

48 años. Sostén de la familia. Sin su ayuda todo se desmorona. Amiga. Esposa. Hermana. Hija. Madre. 24 x 7 en casa. Dejó todo cuando se enteró que yo estaba en camino. Sus hijos, la prioridad. Su apoyo fue incondicional. Todavía lo es. Excelente en ser dueña del hogar. Tiene el control completo de todo. Si ser madre y ama de casa fuera un empleo en una empresa, ella hubiera llegado a los cargos más elevados. Pero ahora que ve a sus hijos crecer, la cara de la depresión empieza a asomar. Es una de las personas con más capacidad y rapidez mental que conozco. Incluso más que importantes profesores que tuve. Una memoria de elefante impresionante que nunca le falla. Y para respaldad su memoria siempre sabe como conseguir las pruebas de los hechos. Tiene pasión para muchas cosas pero su miedo es más fuerte. En este momento siento que los roles están cambiados. La veo como el pequeño pichón lleno de posibilidades pero que su miedo le impide volar. Tantos caminos que podría elegir pero no se anima. Necesita salir de la casa. La depresión la va a consumir. Necesita conocer gente y comprobar por ella misma que puede hacerlo. Me gusta ser su apoyo pero no puedo ser su único sostén. Si me voy a la facultad se deprime y se tira en la cama. El dinero es su excusa. Pero sólo es una excusa porque no sería un sacrificio. Tengo que encontrar la manera de animarla a descubrir ese mundo de posibilidades que tiene a sus pies. No puedo dejar que desperdicie todo el talento que tiene. No soy malagradecida por todos los años que me dedicó pero no me parece justa la elección que hizo, dejando absolutamente todo y ahora no tener nada. La quiero y por eso no puedo dejarla caer. No voy a dejarla caer.

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